Debate ideologico entre monárquismo y republicanismo
En realidad no era la primera vez que se pensaba en que México se constituyera como una monarquía. Ya en el siglo XVI, hacia 1541, Fray Toribio de Benavente había propuesto al rey Carlos V que enviara a alguno de sus infantes a gobernar Nueva España. Algo semejante pidió a Carlos III, en 1783, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, cuando solicitó que uno de los infantes fuera “rey de México”, otro gobernara Perú y uno más el resto de las provincias de Tierra firme.
Incluso en junio de 1821, poco antes de que se consumara la Independencia, los diputados americanos a las cortes españolas: Lucas Alamán, Mariano Michelena, Lorenzo de Zavala y Miguel Ramos Arizpe –estos dos últimos serían después destacados federalistas–, entre otros, propusieron que el rey de España nombrara a un gobernante para cada una de sus posesiones divididas en tres secciones, sin excluir a las “personas de la familia real”. Y, por supuesto, el independentista Plan de Iguala, formulado en febrero de 1821 por Agustín de Iturbide, consideró que el gobierno de Nueva España sería una “monarquía moderada” constitucional y solicitó a Fernando VII, a sus hijos o a otro miembro de la casa real para gobernar el nuevo país.
Aquel día otoñal la ciudad volvía a sacudirse, esta vez no por el fuego federalista, sino por la publicación de un folleto quizá igual o más subversivo, pues su autor tuvo el atrevimiento –¿acaso una blasfemia?– de proponer que México adoptara un régimen monárquico con un príncipe extranjero.
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